Todo empezó al cruzar por un sendero que no conocíamos. Estábamos siguiendo el rastro del grupo recolector de nuestro pueblo que ya hacían 2 semanas que no teníamos noticias de ellos. El último lugar del que teníamos referencia eran los “Campos de Sangre de Vehnetel”, un valle que expone las más majestuosas montañas que los ojos pueden ver, gigantes formaciones exponiendo las profundas marcas que los dioses hicieron con sus hachas, con sus picos blancos inmortales atendiendo el cielo sobre las nubes que descienden de forma violenta en su altura y luego de forma relajada, con cada cambio de terreno mostrando los colores de vida, árboles más altos que las torres más altas que en esta época del año sus hojas cambian de color verde al rojo, pero esto no es por algún cambio en la composición de sus hojas, sino porque sus frutos que son de tono añil, revientan pasivamente y chorrean con sus jugos la totalidad de la superficie de sus hojas, que al término de una noche ese color se convierte en un carmín intenso con la bórea de verano (NdE: viento nórdico) y tiñe además los cuerpos de agua. Albur del río que se ramifica en una red de arroyos delineando la figura de un corazón con sus conductos efluentes. Según las crónicas, este es el lugar de la gran guerra de Nowelth, que fue el origen de nuestra nación tal y como es ahora tras acabar con los habitantes originales de tiempos pasados. Por esto no era muy complicado seguir los rastros de nuestros amigos con sus pies también teñidos de rojo que seguían los tramos de los arroyos más angostos. Lo extraño vino después de caminar por algo más de una hora y notar como las pisadas nos estaban guiando hacía el borde izquierdo del brazo principal del río, donde linda con los árboles más altos ubicados en el faldeo noreste del bosque. Todos saben que está prohibido entrar en esta zona por su difícil acceso y poca importancia de recursos, mas siempre ha sido una muy oscura y tenebrosa área. Pero las huellas seguían hacia dentro, así que penetramos el límite marcado en nuestras mentes para poder encontrar alguna pista más. Los árboles, llamados hohentalls, son tan altos y espesos que apenas dejan pasar los rayos del sol, por lo que la humedad impregna las gigantes raíces que los sostienen formando unas arcadas continuas que dejan el paso abierto para el porte de un hombre, así van formando túneles que se conectan cada 3 o 5 árboles. Este es el lugar donde se terminó el rastro, el tinte rojizo ya se desvaneció al separarse de su fuente, por lo que teníamos menos recursos para seguir el trayecto. La humedad y la poca luz entrante hacían que el suelo volviera a reflotar una y otra vez cada día, como si ningún animal caminara por ahí siquiera, sólo dejaba en evidencia a unos caracoles que dejaban su mucosa fluerescente en las paredes, como si fueran las guías para que otros seres tuvieran de referencia, como en nuestro caso. En un momento la niebla sube completamente hasta nuestra altura y llena todos los pasajes, saturando de brillo todo el túnel. Escuchamos algo parecido a murmullos, parecidos al de personas conversando, pero tenían otro orden, eran nuestros sonidos, sílabas, que los hacían sonar familiar aunque no los entendiéramos. Es acá cuando Shun reconoce las palabras “zul al átseh íuqa” de las que entiende que eran las palabras “aquí está la luz” pero al revés. Todos quedamos atónitos al comprender que significaba y que esas voces realmente eran familiares, pues se trataba de la voz de Kaede. No fue sino hasta ese momento en que empezamos a gritar y a llamar por nuestros amigos, con nuestras voces rebotando dentro de los fibrosos túneles y las de ellos que cada vez se hacían más presentes en su eco, más el brillo que emitía la niebla y los vapores hicieron que corriéramos sin darnos cuenta del lugar.
Continuará ….